Miles de personas acuden a este santuario en busca de consuelo, a agradecer favores y a prometer nuevas formas de vida ante los ojos del Señor de Chalma.
Desde la época prehispánica este lugar se eligió para rendir culto a diversas divinidades y su riqueza natural invita a la introspección, el silencio y la paz.
Las aguas termales de Ixtapan de la Sal tienen fama de curativas desde tiempos prehispánicos. Sumergirte en ellas es regalar a tu cuerpo un momento de disfrute y sanación.
La exhacienda de Tepetitlán no sólo es un lugar para pasar la noche o disfrutar con amigos, también es sede de un proyecto social que beneficia a la comunidad.
Villa del Carbón es un lugar con numerosas sorpresas, desde un poblado cubierto por agua cuando se creó una presa hasta decenas de talleres donde se fabrican botines charros.
Es patrimonio de la humanidad; los escasos kilómetros que de él quedan son recordatorio del intercambio de ideas, bienes y cultura en una de las primeras rutas globales.
En Otumba, el pasado colonial se manifiesta en un par de construcciones, únicas en su especie. También es cuna de uno de los más grandes pintores mexicanos de arte sacro del siglo XIX: Gonzalo Carrasco.
A poca distancia del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) hay tres museos que te sorprenderán por su calidad y temática. Recorrerlos toma una mañana.
Tortillas elaboradas con maíz criollo, una punta de lanza fabricada en obsidiana, una vasija de barro amarillo... La herencia del pueblo teotihuacano permanece en la Casa de los Dioses.
En Texcoco, “el rey poeta” está presente en su legado. Visitar la zona arqueológica y los parajes que formaron parte de su señorío es rendirle homenaje y recordar su obra.
El Centro Cultural Mexiquense Bicentenario (CCMB) es un guardián de la tierra que vio nacer a Nezahualcóyotl y también, testigo del paso de numerosos artistas que ponen en alto el nombre de nuestro país.
Cientos de comerciantes se reúnen en el tianguis más diverso del Estado de México. Aquí encontrarás de todo: desde hierbas medicinales y fruta de temporada hasta botas, sombreros y guajolotes.
A Paso de Cortés se va por tres motivos: para ver de cerca al Izta y al Popo, para mirar en un día claro lo que fuera el valle de Anáhuac y para disfrutar el contacto con la naturaleza.
Panoaya es un destino que conjuga cultura y diversión. Aquí, Sor Juana pasó sus primeros años y además del museo que le rinde tributo, hay un parque con actividades familiares.
Esta población es hogar de varios artistas y de interesantes museos que albergan desde piezas de vidrio y pinturas hasta una gran colección de antigüedades.
Enmarcado por los volcanes, este pueblo es el mejor pretexto para probar un buen taco de cecina, un mazapán de forma caprichosa y comprar artesanías elaboradas con ramas.
Vestigio de la evangelización de los primeros frailes en lo que hoy es México, esta capilla es reivindicación del arte prehispánico y ejemplo de sincretismo religioso.