Hacienda San Andrés es un santuario que rinde homenaje a la tierra trabajada, a los ingredientes estacionales y a la contemplación de los volcanes.
Todo el año, pero la hacienda tiene eventos especiales durante algunas temporadas, como el Festival de los Hongos en agosto, o el Día de Muertos.
- Recolectar los productos para tu comida en Hacienda San Andrés (domicilio conocido, Ayapango. . 55 3277 5137 y 55 1973 1675. sanandreshacienda.com, IG @haciendasanandres)
- Recorrer el centro de Ayapango y disfrutar de sus casas afrancesadas con techos a dos aguas, construidas en el s. XIX y que le dan un aire muy diferente.
- En la Granja El Lucero puedes ver el proceso de crianza del ganado, la producción artesanal de lácteos y probar diferentes productos (Av. Nacional 40, Ayapango. L-D 8 a 17:30 h. WA 55 6202 1800, FB @ellucerogranja).
- La cocina del chef Marco Margain, en Hacienda San Andrés, es una experiencia que vale la pena tener (indispensable reservar).
En Hacienda San Andrés tienen nueve habitaciones, cada una con su propio estilo. Considera que el internet está limitado a ciertas zonas del hotel y que debes reservar con anticipación.
Despiertas casi en completo silencio. Abres los ojos y te encuentras en un paraíso verde y abundante, con una vista panorámica al campo, con los majestuosos Popocatépetl e Iztaccíhuatl en el horizonte. Estás en Hacienda San Andrés, donde Mariana Silva y Marco Margain han creado su propio oasis que, por fortuna, comparten con quien desee un pedacito.
Ayapango, un antiguo pueblo al oriente del Valle de México y cuna del célebre poeta Aquiauhtzin, alberga diversas haciendas históricas. Muchas quedaron abandonadas tras la Revolución, pero Hacienda San Andrés fue restaurada y convertida en un destino delicioso. El lugar ha sido campo de siembra, cuartel de tropas revolucionarias y el sitio donde Diego Rivera pintó La Era, uno de sus primeros cuadros; ahora es un acogedor hotel, refugio para desconectarte de la vorágine de la urbe.
Aquí la comida es un lujo único. El chef Marco se encarga de diseñar y preparar platos con ingredientes que crecen a menos de 30 metros, en el huerto de la hacienda. Hay hortalizas, flores, maíz criollo y huevos frescos de la finca. Además, frutas, miel y otros productos agroecológicos que vienen del mercado ancestral de trueque, en Ozumba. Si vas en temporada de lluvias, saborearás hongos silvestres que crecen en los bosques de alrededor. Si te gustó la nata fresca o el queso de tus chilaquiles, debes saber que provienen de Granja El Lucero, una de las principales fábricas queseras artesanales de Ayapango.
Aunque es un lugar de calma, hay mucho que hacer: desde caminatas por los volcanes y recorridos por el laberinto natural, hasta talleres de siembra, ceremonias de temazcal, masajes en el spa y paseos en volanta, a caballo, en bici y en globo aerostático al amanecer.


Sin embargo, lo más bonito de esta experiencia es sentir la protección de los volcanes. Como dice Mariana, “nos dan la vida, porque nos dan el agua”. Además, la capilla de la hacienda, construida en el siglo XVI sobre un antiguo centro ceremonial mexica, conforma un triángulo equilátero con la punta del Popo y la cabeza de la Mujer Dormida; así que es un lugar históricamente especial.