Fábrica de nubes, espacio sagrado, vigilante del Valle de Toluca… esto y más es el Nevado.
El verano es la mejor temporada, pues la temperatura oscila entre los -2 y 14 °C.
- El Museo Virreinal (16 de septiembre s/n, San Miguel Zinacantepec. M-S 10 a 18 h) exhibe arte religioso de los siglos XVI al XIX
En el mercado de Zinacantepec (Manzana 011, San Miguel Zinacantepec, L-D 9 a 18 h) venden taquitos de barbacoa, tlacoyos de maíz azul o mole verde, entre otros platillos regionales
- Recorrer la zona con expertos como Outward Bound Mexico (T. 726 262 1178. IG @outwardboundmex), con ellos puedes subir y acampar.
- Llevar ropa para el frío y unas buenas botas para caminar.
- El libro El Guardián del Valle. Hacia la sustentabilidad del Nevado de Toluca, de Ignacio Pichardo Pagaza, es de acceso libre y relata los esfuerzos realizados para rescatar la cuenca hidrológica del Valle de Toluca.
Recorrer el Xinantécatl –mejor conocido como Nevado de Toluca– es una aventura pero no en sentido de riesgo, sino de descubrimiento.
La promesa son los paisajes espectaculares que verás en tu recorrido por este volcán extinto. Primero: un brillante camino de oyameles, pinos y cardo santos (“rosas de la montaña”). Luego: un bellísimo paisaje hecho de cumbres y un cielo radiante. En el camino quizás encuentres hongos, cacomixtles o mariposas monarca y cuando llegues a la cima, al cráter, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, encontrarás la belleza de frente: las lagunas del Sol y de la Luna, cristalinas, azules y pletóricas. Sin embargo, las grandiosas vistas son solamente una pequeña parte del encanto que guarda el volcán también llamado “El hombre desnudo”, la caminata no sólo te lleva a la cuarta cima más alta de México, sino a una fábrica de nubes.
Una de las maravillas del Área de Protección de Flora y Fauna Nevado de Toluca es que se trata de una microcuenca endorreica; es decir, el agua concentrada en ella no corre hacia el exterior, sino que se evapora o se infiltra. Es un círculo de vida: en el punto más alto de la cumbre se acumula la humedad del aire caliente, después sube, se enfría, se condensa en forma de nubes y luego cae como lluvia que alimenta las lagunas.
Aquí se han depositado, durante cientos de años, diversas expresiones de espiritualidad de los matlatzincas, los otomíes y los tlahuicas a través de ofrendas halladas en el fondo de las lagunas. Este fue un centro religioso, un observatorio astronómico y un recinto sagrado. Aún lo es y recorrerlo, a pie o en bici, no es un simple paseo, sino un viaje a un territorio ritualmente significativo.


Si te quedas a acampar, mira el cielo; las estrellas se ven mejor desde acá. Prende una fogata y desacelera el ritmo. Disfruta del regalo secreto que tiene esta experiencia: la sensación de expansión y de calma que se siente en lo alto de este espacio abierto y silencioso. Esta es la magia del turismo biocultural: descubres una forma de conectar con el entorno, con las personas y, sobre todo, con el momento presente.